Posteado por: BOX8 | 28 septiembre 2009

LA HISTERIA (y otros poemas no clasificados como tal)

Augustine (ataque histérico). Foto de Régnard, Iconographie photographique de la Salpêtrière (1878)

Augustine (ataque histérico). Foto de Régnard, Iconographie photographique de la Salpêtrière (1878)

Según Maud Mannoni, lo que realmente impresionó a Freud en la Salpêtrière, era la forma en que en ese lugar, las crisis convulsivas de las pacientes histéricas eran convocadas a repetirse ante un auditorio con fines de enseñanza. Estas crisis, por no ser oídas y a fuerza de repetirse, llegaban a poner en peligro la vida de ciertas pacientes. «El día en que Augustine alcanzó la cifra de 154 crisis en el día, se la declaró inutilizable para las representaciones de enfermos. Extenuada, una vez soltó estas palabras: Me dijiste que me ibas a curar, pero me tiras de la lengua. Lo que Augustine decía era recibido a modo de información, nunca se la escuchó. Al médico lo único que le interesaba era el hacerse ver de una erotización presente en las crisis. El día en que se la apartó de las presentaciones de enfermos y se la encerró con las locas, Augustine tomó conciencia del peligro de muerte simbólica que la acechaba. Entonces rompió su camisa de fuerza y huyó de la Salpêtrière, disfrazada de hombre… En la Salpêtrière, las histéricas hablaban pero no se las escuchaba. Fue Freud el que se interesó en la palabra que permanecía anudada en el síntoma, él supo escuchar a la histérica y se dejó instruir por ella.»

Mujeres que destruían su silencio a gritos.

(El objeto en psicoanálisis: el fetiche, el cuerpo, el niño, la ciencia, de Marc Augé et alii.)

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Transcribo aquí fragmentos escogidos de la celebrada y delicada ironía poética de José María Fonollosa (¿A él no le daban crisis convulsivas? ¿No se le paralizaban en una aguda conversión los miembros… o el miembro? Cuánto desprecio a la mujer, cuánto jueguecito de dominación teñido de resentimiento y odio a sí mismo, cuánto deseo aparentemente boicoteado por afán de ser gallito, cuánto embrollo, cuánto desatino, cuánta histeria (de la peor) teñida de arrogancia y de un narcisismo insensible. ¿A este personaje no se le hubiera sacado a representar/recitar  en la Salpêtrière? ¿Escribiría bajo el efecto de 154 crisis convulsivas diarias? Pero a estos hombres, a diferencia de las histéricas de Charcot, sus palabras sí se les escuchan – e incluso se publican):



Ahora su amor me oprime como un peso.
No puedo ya salir con mis amigos.
No puedo ya sonreír a las muchachas.
No puedo ni beber un solo trago.
Es mala esta mujer. De verdad mala.
Tan mala como linda. Si la dejo
me matará, lo sé. Lo sé de veras.
Mis amigos se ríen. Yo estoy triste
pues no logro apartarla de mi lado.
Ojalá no me amase o se muriese.

(«Avinguda del Marqués de L’Argentera»)

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La chica más bien fea, sin embargo,
agradece el haber sido elegida
entre otras de más bellas. Participa
con mayor entusiasmo en el amor.

La oscuridad ambiente la sitúa
en plano de igualdad ante la estética.
Y un ciego guía a un ciego, mas los dos
-los cuerpos- hallan juntos sus caminos.
Y deja hacer y accede de buen grado
a cuanto la requiera aquel momento.
Para pasarlo bien en una cama
escoged una chica más bien fea.
 («Beaver Street», fragmento)

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Y así debo evitar en nuestra charla
lo trascendente; reír tus tontas gracias,
acusarme de estar equivocado…
Entonces sí que accedes a mi amor.
De no mediar el sexo y ser tan bella
te hallara aborrecible y despreciable.
O serías perfecta si no hablaras.
 
 («East 52nd Street», fragmento)
 
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Las mujeres que quiero van con otros.
Cuando pasan prendidas de otros brazos
miro a la que se apoya en mí y compruebo
que yo me he equivocado de mujer.
La gracia enrojecida de una risa,
el rumor tembloroso de un silencio,
la mirada furtiva que nos dice
que está la dicha allí, en aquellos ojos…
Esas cosas descubro sólo en otras.
Yo sé que lo que anhelo no anda lejos:
veo como ellas pasan de otros brazos.
Y trato de encontrarlo, incluso en ellas.
Mas siempre me equivoco de mujer.

Las mujeres que quiero van con otros.

(«William Street»)

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Te adulé largamente y fui paciente.
Fui ingenioso contigo. Fui agradable.
Soporté tus caprichos y desprecios
sin dejar de halagarte tenazmente.
Y un día descubriste que tu nombre
sabía dulcemente si mi boca
lo ponía en tus labios. Aquel día
dejaste de ocuparte de los otros.
Yo no reparo en ti, sino en las otras
desde que tú me quieres. Y te miro
fríamente, indiferente y enseguida
animado converso con las otras.
  («Wooster Street»)

Respuestas

  1. Hola, muy buen post! A mi pesar (o no) debo decir que algunos poemas tienen un aire de familia con algunas de las modalidades de mi deseo.
    Por otro lado, pensaba si luego de esa visibilización que hace Freud de la voz de las histéricas y luego de años de psicoanálisis no volvimos a una situación similar pero más extendida… La voz de un neurótica/o es escuchada pero para ser considerada como síntoma en el contexto de una psicologización a veces peligrosa. Esto no puede ser generalizado, claro está, pero es indudable que como discurso dominante sobre el deseo y la sexualidad se refiere a alguna de las formas históricas que adoptó el psicoanálisis.. Ah, soy de Bs As, no se imaginan las de «terapeutas» que andan por acá…

    Saludos!
    esteban.

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  2. Arrrggghhh! No me lo puedo creer!!! Qué poemitas!!! Parecen escritos por Berlusconi.
    Un abrazo, Marisol.

    Ana

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  3. Hola E.! Sí, posiblemente ahora nuestra característica generalizada de neuroticones sea interpretada como síntoma social únicamente. Yo, a pesar de ello, sigo confiando en que el psicoanálisis de calidad, con alguien de escucha inteligente y atenta y con un paciente colaborador y honesto consigo mismo, es la mejor manera de manejar lo peligroso de nuestra existencia, la angustia.
    Me impresionó la histeria masculina en estos versos lamentables: el querer-pero-no, el te-cojo-pero-te-dejo, el quiero-pero-no-puedo etc (no me puedo creer que ésa sea la modalidad de tu deseo!!!! pero al menos si tú hablas de deseo, es que «ves» al otro). Los histéricos son unos horribles calientabragas y me irrita mucho la idea extendida de que todas las histéricas sean sólo (ONLY) mujeres. Pero al fin y al cabo, en la histeria, existe un Otro, al menos se representa una performance para él. Hay cosas mucho peores: el narcisismo, siempre cruel, que carece totalmente de empatía hacia los demás, y que transforma el escenario del amor en un escenario de crueldad. De alguna manera, en ambas manifestaciones se puede esconder tanta misoginia… HORROR Y PAVOR, qué de culo vamos (en general).

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  4. Hola, sí, claro, me parece importante evidenciar que la histeria no es solo femenina. Pensaba también en Foucault y su historia de la sexualidad, y la forma en que es «construida» la imagen de la mujer histérica, la histerización del cuerpo de la mujer.
    Lo de las modalidades de mi deseo lo mencioné por un lado porque es cierto… y por otro para recordar (primero a mí, claro) como estos dispositivos y formas de sentir nos atraviezan incluso a veces a nuestro pesar, y nos otorgan cierto goce. Es decir, hay que trabajar sobre sí mismo para desmontar ciertas estructuras…
    Ahora me encantaría un post sobre narcicismo, como para seguir pensando estas cuestiones que a veces se creen ya sabidas pero no lo están tanto…
    Saludos!

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  5. Sí, ya había pensado escribir un post sobre narcisismo. Cuando éste es «masivo» es realmente algo insoportable para el otro.
    Gracias por tus comentarios!
    Marisol

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  6. Marisol, me parece genial, de verdad, genial el post. Una compañera, cuando le he leído los poemas ha exclamado: ¡Hijo puta¡ No me extraña que te dejen las mujeres, la fea como se entere también te dejará.

    Pero también tengo la versión masculina de la lectura y es la siguiente: La mujer siempre ha aparecido en la poesía, generalmente, sublimada, endiosada (mitificada ,en resumen, una idealización más que una mujer real-esto lo añado yo-), ha sido el objeto de veneración y deseo del hombre, por lo tanto, el que aparezca un Fonollosa de vez en cuando, tampoco está mal. Fin del comentario masculino.
    Mi aportación:
    ¿No será que Fonollosa se presenta como un hombre real y dice lo que realmente piensan todos en algún momento? La idealización de la mujer en la poesía, tomándola como una entidad endiosada y no como una mujer real, por ejemplo en el romanticismo, nos ha hecho mucho daño, pero que mucho daño a nosotras las mujeres porque nos hace ver el mundo desde una óptica distorsionada, esperando que aparezca el principe azul, y el problema es que no hay ni príncipes ni princesas, sólo hombres y mujeres con todos sus defectos y todas sus virtudes.

    Un besazo.

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  7. Cualquier mitificación es repugnante y – estoy de acuerdo – dañina. Hemos sido: la tentadora, la princesita-delicada-para-cuidar, la Madre Tierra, la Gran Madre (mortífera con frecuencia), la puta, la suegra, la sirena voluptuosa, la bruja, la enfermera, la arpía… Un dislate porque no te ven en realidad. En el caso de Fonollosa la mujer es sólo un objeto a despreciar. Demasiado bien sabemos TODAS que esos hombres, desgraciadamente, abundan. ¡Y que siga el giocco al massacro!!

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  8. […] Sánchez Gómez. Véase también "La histeria (y otros poemas no clasificados como tal") en este mismo […]

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  9. I think that what they did with those poor girls at the Salpêtrière was horrible. They didn’t listen to them or pay any attention, and I think the first thing you have to do is to listen to your patient to know exactly what is the problem.
    But at least, someone heard them and made them free of those «tortures» at the Salpêtrière.

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  10. The first part of the text is very realistic. It shows very well how men used the hysterical women for their examples of a hysteria attack. The second part, the part of the poems complements the first part. It shows very well how some men hate women.

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